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martes, 13 de abril de 2010

Palabras preliminares

Unos breves comentarios sobre cómo se gestó este libro. Conocí a Roxana Lekerman circunstancialmente en una emisión de “Mujeres en accción”, programa conducido por Martha Wolff y Analía Brodsky en Radio JAI. Unas semanas después compartimos una invitación para participar en “Encuentros y desencuentros” en Canal Menorah, sobre el tema de la sexualidad en la pareja. Mi intervención fue sobre la noción de vínculo, concepto sobre el que vengo trabajando como psicoanalista de parejas, tanto teórica como clínicamente, en las dos últimas décadas. La de Roxana sobre su experiencia como coordinadora de talleres de los llamados “solas y solos”. Le propuse reunirnos, con la idea de intercambiar ideas sobre un tema común para ambos, y lo hicimos durante varios meses.
A partir de este intercambio, Roxana me invitó como disertante a sus talleres, lo que despertó mucho interés, tanto en los concurrentes como en mí. Sobre fines del 2003, con el entusiasmo de esa experiencia, dicidimos armar una secuencia de diez reuniones de taller con la expectativa de escribir un libro sobre los nuevos vínculos, tratando de trasmitir la riqueza de la producción grupal. La mayoría de los participantes pertenecían a la comunidad judía, se habían separado una o dos veces, otros habían enviudado y, los menos, seguían solteros. Acordamos que el título para la convocatoria fuera “Taller de experiencias vinculares. La oportunidad de ser otro con otros”. Nos guiaba la esperanza que, si bien se trataba de un taller de reflexión, ibamos a darles a los participantes la oportunidad de generar algun tipo de modificación en el “frente vincular” de cada uno de ellos, con lo cual cumpliría también un efecto terapéutico.
Una vez iniciados los talleres me apareció como título del libro la frase Nuevos vínculos, viejos tzures. De un modo sintetizado ponía en tensión dos líneas de sentido que aparecían permanente en las reuniones: nuevos-viejos, y vínculos-tzures. Efectivamente, el trabajo grupal se ordenaba desde esos dos ejes: lo nuevo era permanentemente cotejado con lo viejo, y lo vincular, tanto actual como pasado, era sentido claramente como un “tzure”.
Si bien al final del libro figura dentro del Glosario, quiero hacer una breve mención sobre el sentido múltiple de estos tzures. Por una parte, nombra el pesar subjetivo al establecer relaciones nuevas, que era un “tzure” en sí mismo. A su vez la alusión a lo viejo incluía la idea de que la posición subjetiva, vigente en aquellas experiencias frustras, se había mantenido intacta y aparecía como obstáculo también en la actualidad.
Finalmente, como efecto del intercambio de ideas con Ricardo Feierstein, y en situación de edición, decidí incluir como parte del título la frase inicial Otra vez en pareja. Creí que según la entonación que se le diera podía sugerir tanto la alegría del que se encuentra nuevamente en pareja o el desaliento de quien se lo esta planteando como una aventura descabellada. Quizás porque los miembros que participaron de los grupos sugerían ambas sensaciones: tanto expectativa como desazón.
Queda ahora que usted, lector, se “deje penetrar” también por la experiencia del taller. Deseamos que sea tan estimulante y rica en ideas como lo fue para nosotros.

Héctor Alberto Krakov

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